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Matar al mensajero
Publicado por Histovet en Matar al mensajero el febrero 26, 2013
Imaginad dos casos, reales o no:
(a) recibimos una biopsia de una ganglio axilar hipertrofiado de un animal que le habíamos practicado meses antes otra biopsia. En el examen vemos focos de metástasis de un adenocarcinoma mamario. Repasando el caso anterior, comprobamos que el diagnóstico previo en el tumor de mama fue de adenocarcinoma de bajo grado no infiltrativo extirpado sin afectación de márgenes. A pesar del nombre, éstas son neoplasias en general de pronóstico favorable al menos a corto plazo si se han extirpado en su totalidad, por lo que sorprendía la imagen de metástasis ahora a nivel ganglionar. Repasando este caso anterior, observamos un discreto foco de linfangiosis carcinomatosa (émbolo de carcinoma) en un pequeño linfático de un extremo de la biopsia que no vimos en el primer estudio. Ante el error, llamamos al veterinario, le comentamos que el foco de linfangiosis nos pasó por alto en el primer informe y le ofrecemos la posibilidad de emitir un informe con la corrección y explicación del error, pero el veterinario nos comunica que mejor no, porque esto no alterará el tratamiento ni el pronóstico y además supondrá un malestar para el propietario.
(b) recibimos una muestra de biopsia intestinal sin historia clínica. El diagnóstico es de muy leve infiltración linfoplasmacítica, prácticamente sin cambios significativos. Cuando el veterinario recibe el resultado nos llama y nos pide una revisión porque el resultado no coincide con la alteración que sufre el animal, un engrosamiento severo y difuso de la pared intestinal. Revisamos la biopsia y confirmamos el diagnóstico: ausencia de cualquier modificación en la estructura del intestino. El veterinario vuelve a llamar y nos solicita la preparación histológica para remitirla a otro laboratorio para pedir y segunda opinión. Al cabo de un tiempo, el veterinario contacta por tercera vez y nos comunica su profunda decepción por el servicio prestado. Hacia el final de la conversación, el veterinario nos deja entrever que el propietario del animal es un ciudadano extranjero, muy exigente, que no va encajar bien este diagnóstico.
Son dos casos distintos pero tienen dos aspectos en común; en ambos se han producido errores y en ambos será imposible que el patólogo pueda explicar el error o comentar el caso con el propietario.
En medicina humana, no sólo se considera fundamental evitar errores en la práctica médica, sino que también se otorga mucha importancia a la transparencia en la discusión de estos errores con otros médicos y con el paciente. Es obvio pensar que cualquier persona, incluyendo los propietarios de una mascota, si se ha producido un error médico querrá estar informada de ello, porqué ha ocurrido, si se va a evitar en el futuro y una disculpa. Revelar un error conlleva el riesgo de un litigio pero, a la vez, también es una demostración de la honestidad e integridad que, por fuerza, tienen que influir en la confianza del otro. Sin embargo, todo esto que puede ser muy válido para las relaciones entre el propietario de la mascota y el veterinario, es distinto en el caso de los patólogos.
Por ejemplo, en el primer caso, como patólogos, tras el error podríamos haber emitido un informe corregido, explicando al propietario porqué no se vió en la primera biopsia un discreto foco de linfangiosis carcinomatosa. En el segundo caso, podríamos haber comentado con el propietario que el diagnóstico no se correspondía con el trastorno que sufría el animal por un muestreo equivocado del tejido y que era inprescindible la toma de una segunda biopsia quirúrgica de todo el espesor de la pared intestinal. Pero la realidad es que en ninguno de los dos casos sabemos, como patólogos, si se transmitió y cómo se transmitió el error al propietario. Es verdad que el patólogo no tiene ningún derecho a contactar con el propietario. Pero, es entonces el veterinario el que tiene la autoridad única para determinar si se informa y cómo se informa al propietario del error del patólogo, o de cualquier otro error producido desde la toma la de la biopsia hasta el diagnóstico?
Mucho depende en realidad del tipo de error y de cuando se comete el error. No es lo mismo etiquetar incorrectamente una preparación, que pasa por ser sólo un pequeño error a solventar en el propio servicio, que identificar incorrectamente las lesiones de un ganglio. Pero incluso éstas pueden no tener la misma relevancia. Confundir un linfoma con una hiperplasia reactiva es un error muy grave, pero confundir un grado histológico bajo con uno medio no. Y no es lo mismo comunicar el error al día siguiente que cuando ya ha transcurrido algún tiempo y el estado clínico del paciente ha evoluicionado. Comunicar o no comunicar, en que situación o en que otra, ya va a depender de la moral de cada uno.
El problema (nuestro problema) es que los patólogos no tenemos relación con los propietarios. Asumimos que nunca estaremos presentes cuando el error, bien sea de muestreo o bien sea de diagnóstico, se comunica al propietario. Por tanto, nunca sabremos si el error se explica correctamente o, incluso, si se llega a explicar. Muy raramente tenemos información del resultado tras la comunicación de un error al propietario. Es verdad que los patólogos tenemos que respetar y ser respetuosos con la relación veterinario-propietario, pero alguién se sentiría a gusto si sabe que sus errores serán siempre revelados por terceros ?
Disclosure of Errors in Pathology and Laboratory Medicine
Am J Clin Pathol 2011;135:666-667
Communicating Pathology and Laboratory Errors
Anatomic Pathologists’ and Laboratory Medical Directors’ Attitudes and Experiences
Am J Clin Pathol 2011;135:760-765
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