El carcinoma o adenocarcinoma de las glándulas del saco anal es una neoplasia maligna originada a partir del epitelio secretor apocrino localizado en la pared de los sacos anales. Es una entidad muy bien caracterizada en el perro, donde supone aproximadamente el 2% de las neoplasia cutáneas (es el tumor maligno más frecuente del perineo), se desarrolla en animales mayores (7-12 años) y muestra cierta predisposición a aparecer en hembras antes que en machos, según algunos autores. Sin embargo, esta neoplasia es prácticamente desconocida en el gato. Os presentamos un trabajo que revisa las características clinicopatológicas y la evolución/comportamiento de 64 de estas neoplasias en el gato.
En muchos aspectos, esta neoplasia presenta muchos puntos en común con su variante canina. Existe también una aparente predisposición en las hembras, aunque este hecho no está vinculado a influencia de hormonas sexuales dado que la mayoría de los animales en este estudio estaban esterilizados. Es frecuente encontrar signos clínicos asociados con el crecimiento tumoral, como disquecia, constipación o inflamación perineal, y pueden ulcerarse y fistulizar, simulando inflamaciones; la respuesta al tratamiento no obstante es nula.
Un punto diferencial a considerar es una aparente menor presencia de hipercalcemia en los animales afectados, aunque la valoración de este parámetro fue muy sesgada y no es posible obtener conclusiones definitivas. En el perro, y según la literatura consultada, se observa hipercalcemia de malignidad en aproximadamente 25-90% de los animales afectados. La hipercalcemia en estos casos se produce asociada a la secreción por parte de las células neoplásicas de un péptido biológicamente similar a la hormona paratiroidea.
Otro aspecto en el que parece existir divergencia es en cuanto a su capacidad metastática. Si bien es una neoplasia que muestra una gran agresividad local, con un comportamiento infiltrativo frecuente sobre tejidos circundantes, el porcentaje de animales que mostraron signos sugestivos de metástasis fue de 16%, muy inferior al descrito para el perro (hasta 79%). Los hallazgos sugieren que en el gato este tumor se comporta de manera agresiva localmente, pero presenta una menor propensión a diseminación. No obstante, la agresividad local y las recidivas, dada la dificultad de una extirpación completa, condicionan la evolución y el pronóstico: muchos animales son eutanasiados por problemas relacionados con la incapacidad de defecar. El intervalo medio de supervivencia tras la cirugía fue de 3 meses, con sólo un 19% de los animales sobreviviendo más de un año y 0% de supervivencia tras 2 años. La quimioterapia o tratamientos multimodales (cirugía+quimioterapia+radioterapia) no mejoran significativamente, por el momento, estos parámetros.