Ante un situación de linfadenopatía interesa discriminar siempre entre tres diagnósticos diferenciales: una hiperplasia reactiva, una linfadenitis o un linfoma. Mientras que la inflamación del ganglio linfático es un diagnóstico sencillo que raramente deja margen de duda, la hiperplasia reactiva (proliferación linfoide no neoplásica) y el linfoma son procesos que dependiendo de su estadio de desarrollo pueden confundirse o incluso solaparse.
La citología es una técnica de diagnóstico muy práctica en estas situaciones, por las características de tejido a examinar y por la misma sencillez del método. Sin embargo, en ocasiones, las características citológicas de un linfoma pueden asemejarse a una imagen de reactividad (p.e. linfomas linfocíticos de bajo grado), y por su parte algunos casos de hiperplasia ganglionar reactiva muy intensa pueden contener signos de atipia característicos de un tumor. Por ello, el diagnóstico que se obtiene en un estudio citológico en casos de linfadenopatía no puede considerarse nunca como defintivo. Su resultado es orientativo, y es recomendable confirmarlo a través de un examen histológico mediante muestras de tejido del ganglio afectado. La necesidad de un diagnóstico firme en estos casos se ve además agravada por las consecuencias que puede tener un diagnóstico de linfoma.