Muerte tras la anestesia

La muerte súbita tras la anestesia (o tras las 24-48 horas siguientes) es un hecho afortunadamente poco frecuente en la práctica de la medicina veterinaria. Sucede, en ocasiones, sin embargo, de forma inesperada, sin que intervengan aparentemente errores en la metodología, incluso tras años de experiencia en realizar esta intervención y empleando los mismos productos y el mismo protocolo.

Cuando sucede, es comprensible intentar determinar mediante el examen histopatológico el motivo de la muerte y si existe una relación con el proceso de anestesia. Pero desafortunadamente, es muy raro en estos casos detectar lesiones que determinen la causa de la muerte, e incluso si ha intervenido en ella alguno de los productos empleados en la anestesia, debido principalmente a que la muerte súbita (el proceso se desarrolla escasamente en 12-24-48 horas), no permite que los tejidos lleguen a reflejar cambios lesionales detectables en el examen histopatológico. Probablemente, la mayoría de estas muertes son consecuencia de reacciones idiosincráticas, imprevisibles, que favorecen algún tipo de anafilaxia, y que cursan exclusivamente con alteraciones inespecíficas (edema, congestión, etc…).

A pesar de estas limitaciones, siempre es recomendable llevar a cabo un estudio post-mortem que si bien probablemente no permitirá establecer una relación directa entre la muerte y la anestesia, sí al menos debe permitir excluir trastornos o lesiones (cardiomiopatías, alteraciones hepáticas, etc…) no detectadas en el examen previo a la intervención quirúrgica, y que podrían haber predispuesto a la muerte del animal sometido al proceso de anestesia.

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