Un examen anatomopatológico relativamente habitual en casos de muerte súbita es aquel en el que se sospecha una intoxicación. En estos casos, cabe destacar dos aspectos que son motivo frecuente de consulta.
En primer lugar, es importante tener presente que el examen macroscópico o microscópico de un tejido no permite nunca emitir un diagnóstico definitivo de “proceso tóxico”, ya que la gran mayoría de lesiones producidas por cualquier tóxico no suelen tener carácter específico. Por ejemplo, la necrosis de los túbulos renales, una lesión que se observa en múltiples tóxicos que son excretados por la orina (p.e. alcaloides), también se observa en un animal que sufra simplemente un cuadro de deshidratación grave. Igualmente, la hemorragia pulmonar, una lesión característica de productos raticidas y herbicidas también se puede observar en animales que mueren por shock cardiogénico. Es decir, cuando sospechemos de un proceso tóxico, el examen histológico de los tejidos nos podrá confirmar o descartar únicamente la presencia de lesiones compatibles con una intoxicación, aunque siempre con la reserva de que las mismas lesiones pueden generarse a través alteraciones de otro tipo (metabólicas, circulatorias, etc.) sin relación con ningún tóxico.
Por otro lado, si además de pretender determinar la presencia de lesiones compatibles con un proceso tóxico, se desea determinar la presencia o no de un tóxico concreto, en este caso el estudio queda ya fuera del ámbito de la patología. Este tipo de análisis es tarea de los laboratorios toxicológicos, y hay que tener en cuenta que además de remitirles muestras congeladas de riñón, hígado, estómago y contenido gástrico, suele ser imprescindible disponer también de una muestra del producto sospecha.